miércoles, 5 de marzo de 2014

Ni siquiera precisaba exponer nuevamente la ridiculez, que en definitiva era su costado más fiel; su esencia y materia que da sentido (¿desde un punto de vista meramente corpóreo? pongamoslé). Digamos: ¿es preciso mostrar lo ya expuesto?

El chico con patas de araña en su alma (tela, presa y todo), degusta condena por ser quien, por excelencia, sabe de su imposibilidad determinante (y dada ésta, de la impunidad de su autodestrucción, que alardea iridiscente su cola de fiebre y veneno).

Cada nuevo día sueña con no verse afectado por los retorcijos de su propio espíritu que, incesante, vomita una y otra vez y ¿el resultado? siempre drástico... pero ¡claro! la gracia de estos estados es su devenir de laberinto y que no haya plano desde el cual volver... pero el amor está ahí y es más fuerte que un sol de inédita religión.