La gata del yeso.
Así nos referíamos a aquella gata rubia que irrumpiría en nuestra vida como intrusa.
Aún sin vestigios de calle en el cuerpo, solía visitar el patio de aquella vieja casita de Calle 12, en aquel barrio con aspiraciones residenciales próximo a la estación Berazategui, mientras Lu se daba a los quehaceres necesarios en virtud de la mudanza que plot twist: no salvó la relación.
Una vez asentado Pedro en términos de amo y can del patio, Rubita se limitó a espiarnos desde los techos ya con su bracito vendado, acaso tejiendo estrategias de dudoso éxito en ese trajín de volver a pisar ese cemento aturdido disfrazado de baldosas rojas.
La clave fue una noche muy lluviosa: tras el rumor de la lluvia oímos un llanto inconfundible de gato y eras vos, Rubia, refugiada en la entrada del chalet más coqueto de la manzana, pues herida pero no tonta.
Volviste a entrar pero parcialmente, ya que la adopción cabal se dio en la noche de despedida de Bonito.
Para entonces La Rubi tenía ya su cucha en el techo de chapa del lavadero, lavadero que ofició de refugio de aquel otro gran y dignísimo gato, quien decidiera pasar sus últimos meses con nosotros.
Aquella noche decidí entrarla y allí estuvo Rubia, en nuestra ceremonia animal: el multitudinario velorio del Bono.
Entre millones de cosas, fuiste la excusa perfecta para prestarle atención especial a Mateo, que si requería de aquella no tenía más que trepar al mueble en el cual dormías y molestarte.
Fuiste estufita amarilla y quizás la gata más esponjosa jamás vista. Sí, claro, incluyendo a Janis.
Fuiste la gata parlanchina que intenté sin quórum llamar Ana, que no aguantaba mucho pegote, ¡y así rajabas!
Fuiste la primer cruza entre gato y conejo, renguita de mi corazón que ni así frenabas💝.
Fuiste la perita que había que curar cíclicamente.
Fuiste de las cosas más dulces que he visto.
Fuiste refugio obligado cuando el corazón de Mateo dijo hasta acá.
Fuiste el dolor que costó sacarme cuando dejé de visitar aquel lugar que supo ser también mi hogar.
Fuiste los mensajes que nunca pude mandar, porque meterte a un depto. de Capital era cooptar tu destino de libertad.
Hoy me contaron que la Rubia dijo adiós. Podrá significar eso en mil sentidos, sí.
Jamás para nuestro corazón.
(Saludos a Matuqui ❤)