No tienen sentido
(los minutos robados
los segundos digitados)
ni una mano grande
meciendo la calle
a contra voluntad
de cada uno
(todo se agita)
escamoteando su voluntad
(y todo bulle)
profanando esas almas de bibliotecaria
(burocrática, en el fondo)
Sí
en cambio, sentido, yo siento
en el resto
¿quién supuso obligatorias
rendiciones de cuentas?
¿quién dispone cada beso
que daré o no, cara al suelo
con mi triste vientre?
¿quién impone cielos
donde malezas sugieren?
¿Televisión?
¿y fiebre?
¡quien pudiera callar tan frío, en diferido!
Ya muy amarillo resultara el mío propio
que condiciona tarde-noches:
mi soma (dirías, utópico),
diseñado por orfebres del aire
en consumaciones
(indistintas, ellas)
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