No es el caso de los besos, el devenir de las manos o el deseo.
Sí es un hecho en lo demás, la ambigüedad.
Que ¿cuál es su fértil terreno? El de tu voz oscilando los confines del no.
Se desconfiguran así mis filtros, mis sentidos, y todo lo vulnerable soy.
Al caer está el darse cuerda con Panasonic, y acabamos por visitar aquel amigable antro, el cual acurruca los venenos en nombre de la eternidad del día anterior.
Somos nuestra versión de los diecisiete, en el sentido del magnetismo para con todo lo freak, y nos erigimos en familia real de la mañana, en eso que es nuestro periplo (casi siempre y acaso adrede) errante.
La cuenta de la pavada cobra vigor a día vencido (aunque no sepamos ya bien cuál es), y el cansancio es triste y el dolor sea quizás exacerbado para lo que habría de ameritar, pero aquí está, también.
Sin embargo tus ojos. Sin embargo tu piel. Tu abrazo. Tu desfallecer contra mí.
Antídoto para todo lo que no. Caña con ruda de todo lo que sí.
Pero elijo Artaud, como para terminar de enrarecerlo todo sin querer, y a clausurar el sábado que sabe a metal, nomás.
No obstante, hubo este domingo junto a vos, que adormiló la lengua de las miserias, latentes pero heridas de tanta belleza tuya.
Llegó de todas formas y como es habitual, una dosis leve de tu autopreservación.
No-contexto, decís. Quizás tengas razón.
¿Exclusividad y efemérides, nomás? Me invade una pizca de terror porque acaso sea verdad.
Pero no. Siempre vos y el amor que flota en el aire como el globo más bonito y liviano soñado por ningún niñx jamás.
Resta un corolario tácito, muy a pesar de mi desprolijo motor y su atemorizado superyó:
Estamos enamorados y el anhelo sigue de infinito rey.
Pues vaya este brindis, a la salud de vos y yo.