jueves, 11 de agosto de 2011

Gustavo



Un mago duerme
y en su ocaso agazapado
el temor:
¿está soñando?
¿o su danza quieta
se nutre en el silencio?

Todos aguardan su canto;
y la sequía esquizofrénica
se regocija, obscena
envuelta en sin-sonidos

Sus manos son lenguas
que desesperan por el cuello
(las cuerdas no suenan
por respeto, se tragan la voz
y cobijan bajo el cráneo)

Esos todos desconocen
pero ¿qué importa aguardar?
los niños-magos no mienten,
y este joven eterno tal vez se encuentra envuelto
en el truco impredecible
(por excelencia)

Que amores amarillos
rompan en verde
exuden el hielo
y nos devuelvan tu voz
vítrea, viva
ardiendo en el más acá.


(a Gustavo, en sus cincuenta y dos de esperanzas)

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