Perderme entre la gente,
tragado por la avenida;
por la jauría indomable,
por la garganta del reloj
Ser memoria de secos encéfalos,
ser lo que nunca calificará de recuerdo;
fluír diluyéndome en la mañana turbulenta
sangrar por ésa herida:
arteria de ciudad
Dejarme corromper
por jazzísticos antros
Caer desde alturas indómitas,
raya al medio del plato
Entregar las muñecas
a una prisión de viñedos
y robarle: soga y sombrero,
al policía circense
Perderme en la espesa niebla de las palabras,
saberme olvidado en las antípodas del cielo,
saborear el lunes con un ímpetu de viernes,
desempolvar los domingos que alguien vistió de verde.
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