Estimado Sr:
Aquí, en la ¿Tierra?, en el día de la fecha, y desde Buenos Aires, es que le escribe una de las tantas almas sensibles que moran por los barrios del sur de la Ciudad, que de puro envalentonado galáctico, tal vez, y dadas las inminentes condiciones de fracasar que avalan la presente, es fundamentalmente que uno se atreve a tirarle un dardo de muerte.
¿Por qué fracasar?, se preguntará usted. ¿Por qué dardo y, sobretodo, de muerte?
Pues bien. Tenga a vuestro conocimiento que, el hecho de haberse fugado o, mejor dicho, tomado el buque (hablemos con propiedad) de nuestro tiempo contemporáneo, nos comprometió hace ya mucho tiempo (nadie sabe bien) en nuestra búsqueda incansable e insoslayable hacia la felicidad, sea ya la que encontramos en logros universitarios, domésticos o, simplemente, aquellos más bien terrenales, pero no por ello menos valiosos, como el gusto de hacerse de doscientos gramos de matambre, cien de queso, panurdi en la esquina y plácate.
Y una nueva pregunta suya podría ser ¿Por qué consideran que yo los comprometí, joder?
Y bueno, loco. Vos fijate: te fugaste con la única, irremplazable, irrecuperable, insustituíble, insinbinguelengúleren samolfa-estrudensqui... en rigor, PUTA receta para volver en el tiempo, viejo!
Ya en sus tiempos (léase todos, inclusive, éste), Eduardo Mateo, se inquietaba hasta el hartazgo por saber de esta ¿breve tal vez? guía de instrucciones ignotas para clavar un Rewind hacia las turbias profundidades de la nostalgia, tan necesario fundamentalmente en domingos como este en el que el día toma la forma de una foca gigante que se duerme en tu espalda luego del correspondiente golpe, certero y abrupto, que nos deja de trompa al sopi.
A lo que voy es a que no puede ser que no le pongas huevos y aparezcas acá ahora, que es cuando la monada y la humánidad (con esa acentuación desde lo fonético, sí) te lo piden...
Personalmente, si me preguntás, pienso que sos un maricón. Aparte... ni sé a dónde buscarte. Qué viveza la tuya, che. Decime dónde! ¿En los sótanos atestados del pasado, o en los malditos cajones vacíos del futuro?
Si te vuelvo a ver, aún sin conocerte (en sueños bien nos conocemos), yo creo que te rompo la cabeza. Y creo que te como los sesos, y me hago un asado con tus brazos y piernas, y convierto tu sangre en el vino de la casa, y me hago un gorro con lo que quede de tu cerebro. Y de tus pulmones... tal vez me los transplante. Y de tus venas... quizá cambie los cables de un amplificador con eso, no sé. Ponele que se puso violenta la cosa, ¿no? Bien, pará... recuperemos la compostura.
Quisiera poder preguntarle, en síntesis, por qué no nos llevó en su trip... a todos. Sí, a todos. Llevarnos un poco atrás, resolver las cagadas monumentales, ponernos corte zen pero en sintonía real con el centro de la tierra y el cosmos, y no un mero slogan amarillo (el color de la muerte y la decadencia, diría Artaud) "Arte de vivir" para quienes puedan pagarlo. Sobre el tiempo en sentido de las agujas del reloj... yo prefiero no adentrar en tales cosas. El futuro que venga y golpee, che.
Ahora bien: realmente te pido disculpas, no es por agarrármela con vos, pero... vos sabés... la impotencia es el motor de los débiles a rompernos la saviola en la cuadra que viene con un pobre corazón vestido de gala, ajeno, seductor y lúgubre, a la vez.
Antes de cerrar estas palabras... entro en consideración... ¿a qué correo atemporal podría dirigirme? ya que las palabras se guardan dobladas contra sí mismas con un sobre blanco donde mueren, y estamo', ¿no?
(en tu memoria, Mateo; y la suya, amor que ya no es)
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